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Guía mínima para madres posmodernas (y padres también)

  • Foto del escritor: Adriana González Navarro
    Adriana González Navarro
  • 27 jul 2021
  • 6 Min. de lectura

Cuando entré a estudiar a la universidad, me consideré una persona con pensamiento premoderno, es decir, no me sentía identificada con la racionalidad moderna, no me interesaba la novedad (o más bien le temía, quería seguir haciendo las cosas a mi manera), me valía poco progresar en términos económicos (de hecho, al ser una burguesita asalariada de sus padres ni me lo cuestionaba), tenía completamente naturalizado el patriarcado (y sus abusos sobre nosotras), aún creía en dios y me sentía completamente enajenada con el capitalismo.


Sin embargo, a mis 21 años me pasaron dos cosas importantísimas: estudié filosofía (y quedé encantada con el pensamiento contemporáneo) y me convertí en mamá. Desde ese momento, mis ideas se transformaron, hasta el punto de convertirme en una madre posmoderna, con todas la virtudes y defectos que tiene este hecho. Claro, no me definía como tal; antes bien, pensaba que era una madre joven con ideas de avanzada (eso sí, siempre apoyada en la experiencia de otras madres mucho mayores que yo).


Hace unas semanas, mi hijo (en medio de la risa) me pasó un video del filósofo Slavoj Žižek sobre la diferencia entre un estado autoritario y uno totalitario. Al comienzo no supe cuál era el motivo de risa de ese joven que, durante 25 años, ha sido mi conejillo de indias. Pues bien, el ejemplo del que parte el filósofo es la diferencia entre una madre autoritaria y una totalitaria.


Las madres autoritarias son esas que muchos tiktokers y youtubers imitan; esas que les dan pela (o chancleta o cantaleta) a sus hijos porque no se hace lo que ellas dicen, pues se solo hace su voluntad. Las madres (y padres) posmodernas no son así, no somos así. Ellas no solo persuaden a sus hijos para que hagan lo que ellas les piden que hagan, sino que van más allá; exigen, de manera indirecta, que sus hijos actúen conforme a un sentir (que equivale al sentir que ella misma quiere que sientan ellos). En términos coloquiales son madres manipuladoras (y padres también).


Vean un poco el video para que sepan de qué se trata.



¿Y qué provocó la risa de mi hijo? Bueno, pues resulta que soy una mamá posmoderna (y, por lo tanto, totalitaria). ¡Yo que me creía súper cool! El mismo argumento de Žižek es el que les he dado a mis hijos durante muchos años.


Como respuesta, y para no parecer una totalitaria, escribí esta pequeña guía (minúscula, a decir verdad) para madres posmodernas (y padres también), que desean seguir aplicando métodos medievales, sin ser descubiertas. No sé si esta guía servirá para evitar caer en autoritarismos o totalitarismos, pero al menos, les hará creer a sus hijos que crecen en libertad… y con los años, tal vez, lo agradezcan. Eso sí, esta guía no funciona en época de pandemia, pues puede caer en la locura… y no deseo que se tope con un médico inspirado en Brueghel, el viejo, y terminen haciéndole una craneotomía en busca de la piedra que originó su mal (y ya que no hay piedra de la locura sino mis palabras, no creo ser tan famosa como para querer ser como John Malkovich).


1. Construya un entorno medieval en casa.


Sí, para ser madre posmoderna necesita ese tipo de ambientes. Tenga un computador bastante anticuado y un televisor de 20’’ (no de ancho sino de fondo), mejor si no tiene control remoto.


Sus hijos se quejarán de no tener nada qué hacer. Le dirán hasta el cansancio que están aburridos. Tratarán de persuadirla a punta de pataletas que necesitan el último Iphone, la consola Play Station 5, la suscripción a Netflix, Amazon y HBO. Manténgase firme. No ceda ante los ruegos, llantos, amenazas. Todo lo contrario. Con una paciencia casi estoica, coménteles, sugiérales que, de manera libre, hagan uso del ocio creativo, de tal forma que encuentren maneras creativas de desaburrirse solos. Usted no sabe, puede resultar que su hijo descubra que desea ser un gran muralista; y su hija, una científica o una peluquera salvaje. Lo peor que puede pasar es que resulten un hijo literato o una hija actriz que sueña con salir en Tu Voz Estereo. Todo es preferible a una persona sin creatividad.


Con la actual política naranja, este país necesita gente creativa que pueda hacer cosas con muy poco dinero… Pregúntenle al presidente.


2. Deconstruya roles de género.


Sí, además de los juguetes que su niña o niño le pidan, regálele a ella balones de fútbol, carritos de Hotwheels y martillos, destornilladores y otras herramientas de juguete; y a él, bebés, muñecas, ollitas, platos o juego de té de juguete, hasta ositos de peluche rosados. Eso les hará familiarizarse con los roles paternos, de cuidado y protección, y con los roles femeninos de autosuficiencia y destreza física. Aunque sé que esta guía parte de premisas medievales, recuerde que no todas las damas medievales estaban en peligro y deseaban ser rescatadas (hubo varias caballeras, brujas y amazonas autónomas). Tampoco piense que los caballeros medievales eran corteses; ni crea, al no bajarse del caballo pasaban por encima de cualquiera y estaban obsesionados con el derecho a la pernada (para ocultar lo brutos, salvajes o torpes que eran en la intimidad). Ahora, si su hija quiere ser princesa, que tenga las cualidades de Fiona, y si su hijo quiere ser futbolista, que sea amoroso como Lionel Messi con Antonella Rocuzzo.


Permítales que usen, en su ropa y en su habitación, los colores y las prendas que se les antoje; así como debe permitirles expresar sus sentimientos (ojo, desde el refuerzo positivo; las pataletas son expresión de un sentir que con el tiempo se convierte en manipulación. ¡Y usted es la única totalitaria, no ellos!).


3. La hora de dormir es, por tarde, a las 8 de la noche.


Y esa hora ya era una exageración en la época medieval; sin luz eléctrica ni velas de cera, los niños debían estar profundamente dormidos. En la actualidad pasa lo mismo; las niñas y los niños necesitan descansar… y los adolescentes también (con ellos puede negociar un poco más tarde). Pero, sobre todo, usted tiene que descansar. ¿Quién dijo que una madre posmoderna medievalista es 24/7? Tómese la noche para usted, lea una buena novela, hágase una mascarilla antiarrugas, tómese un vino, dúchese, tenga sexo (sola o acompañada, no importa) o duerma profundamente, si es el caso. Piense que sus hijos ya están dormidos y ese tiempo es suyo.


4. Haga lo mismo todos los días.


Sí, una madre (o padre) posmoderna medieval que se respete no está buscando cosas nuevas. La novedad es un invento de la modernidad. Esa necesidad de cambiar de modelo de celular, de modelo de carro, de modelo de cama (a menos que desee comprarse una King size para su placer), es una bobada. La vida moderna es la vida del capital que a usted la llena de deudas y a los bancos de dinero; por eso, le hacen creer que en lo nuevo está el disfrute. Y creo que no es así. La vida es más tranquila si repite lo mismo cada día. Sus hijos no se van a cansar de ver cincuenta veces la misma película. Tampoco van a sufrir si les lee el mismo cuento. De hecho, las niñas y los niños aman la repetición. Porque en la repetición están dos cosas valiosas, desde mi perspectiva. La primera, la seguridad. Nada proporciona más tranquilidad a un niño que las rutinas claras. La sorpresa con algo nuevo no debe ser cotidiana; todo lo contrario, debe ser extraordinaria, para que se convierta en un acontecimiento. La segunda, la atención. Es posible que de tanto ver las películas o escuchar los cuentos aprenderán a descubrir detalles que la primera vez pasaron inadvertidos.


Esta guía mínima fue la misma que apliqué con mis hijos. Y ellos crecieron creyéndose libres, cuando en realidad hicieron todo lo que yo quería. Tuvieron una infancia y una juventud feliz. De vez en cuando me reclamaron que no tenían temas sobre los cuales conversar con sus compañeros de clase (pero yo tampoco lo tenía con mis compañeros de trabajo, salvo las monjas coronadas muertas o el papel de la repetición para crear la novedad). A veces, mis hijos se burlan de mí y de mis prácticas premodernas. Sin embargo, en el fondo, muy fondo, ellos reconocen que soy una madre posmoderna súper cool.


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