La rueda de la fortuna (o del infortunio)
- Adriana González Navarro
- 2 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 ago 2020

Además de las plantas, me encanta el Tarot. Y no porque alguna vez haya podido leer mi suerte ahí… aunque lo intenté. Mi fascinación por el Tarot radica en sus imágenes. Todas sus cartas, en su simpleza y condensación, pueden leerse de múltiples formas. Hoy tomo como punto de partida de mi reflexión el arcano X, La rueda de la fortuna. Todo da vueltas y vueltas, menos mal. Nada es estable, todo fluye. Mi manera de ver y sentir el mundo se asemeja a esa rueda. A veces me siento como el mono, con las manos atadas en un movimiento que me hunde. En otras ocasiones, soy como la liebre pegada a la rueda por mi propia voluntad, rodando sobre mí misma o estática, a la espera de que alguien gire la biela por mí. Y muy pocas veces soy como el monstruo azul, que observa imperturbable todo desde arriba, con una espada lista para hacer justicia.
De igual forma, mi pensamiento es como el arcano X pues divaga por diversos caminos (o infinitamente en el mismo) para hallarse, para descubrir que la racionalidad no es lo único que la constituye. ¡Cuántas veces mis decisiones han sido determinadas por quien tiene la biela en sus manos! En ocasiones ese operario ha sido un ruido (como el del señor de la mazamorra), un color (la claridad del cielo), un aroma (un café recién hecho o el pan que acaba de salir del horno), un sabor (un ron oscurito), una textura (la suavidad del algodón). Muchas sensaciones. De hecho, creo que mis decisiones nunca han sido racionales; de manera singular estoy atada a mi propia sensibilidad. Mis decisiones y acciones tampoco se han debido a un cálculo minucioso de aspectos a favor y en contra. Es decir, soy una mujer que se deja afectar por el exterior y, desde esa afectación, actúa.
Ahora, como quiero relacionar este escrito con el anterior (Soy una cosa que siente), entre los giros que ha dado la filosofía está el afectivo. Para mí es muy interesante este giro porque toma como precedente un filósofo que en su momento fue excomulgado: Baruch de Spinoza. Spinoza estableció que nuestro cuerpo es el principal receptor y emisor. Gracias a nuestros afectos, nuestra potencia de actuar puede aumentar o disminuir… (Lo admito, esta breve exposición es muy cercana al estilo de El mundo de Sofía, solo que de una manera más ramplona, seguro que sí).
El encierro en el que estamos me ha llevado a pensar de qué manera siento que nos están manipulando los afectos, nuestra capacidad de afectar, de ser afectados y de actuar. En este momento, creo que estamos atados, como el mono, en una rueca perversa. A veces pienso que ciertas acciones tomadas por otros (el Estado -por no dar nombres propios, pero que todos sabemos quiénes son-) se disfrazan con el manto de la afectividad (los estamos cuidando por su salud, para evitarles la muerte, para ser considerados con nuestros abuelitos), cuando ellas responden a fines instrumentales (pues nuestro sistema de salud no es suficiente; porque el dinero se lo están robando los corruptos; porque encerrados y con miedo a morir no podemos protestar; porque confinados somos más manipulables). El afecto que está presente es el miedo. Sin embargo, este, en lugar de activar nuestras “alarmas” para protegernos y cuidarnos mutuamente de nuestros “enemigos” verdaderos, ha hecho que disminuya nuestra capacidad de actuar, o ha llevado a muchas personas a actuar de manera desesperada y en su contra (lo veo en las noticias con los suicidios de personas deprimidas y angustiadas por la violencia, el desempleo o el hambre; las muertes por bidones de gasolina robados en la carretera; la cantidad de líderes sociales y ambientales asesinados durante estos meses).
Esa manipulación disfrazada de “los estamos cuidando por su vida” es una mentira. Unos pocos están cuidando sus intereses económicos y políticos en contra nuestra. Ese discurso “afectivo” enmascarado en realidad responde a una tanatopolítica, porque estamos en un Estado totalitario -obviamente, este gobierno no quiere admitirlo porque está ocultando sus acciones bajo una capa de pseudo-cuidado de los ciudadanos-. Y estoy convencida de que es así al ver la cantidad de decretos expedidos por el presidente (muchos son absurdos e implican el despilfarro de los bienes públicos), el abuso de poder del fiscal general, la ausencia de control político por parte de nuestros congresistas, los asesinatos y todas las violaciones a los derechos humanos que han acontecido.
Si bien el giro afectivo nos permite ver de qué manera los afectos son importantes, también nos dejan ver el peligro en el que estamos porque nos manipulan en ellos y por ellos, cuando muchas cosas responden a una racionalidad perversa. Entonces, ante el desconsuelo solo me queda lanzar de nuevo las cartas, espero que los arcanos en esta ocasión estén a favor de todos.
Nota final 1: Con esta reflexión no estoy desestimando el virus del COVID-19, sus efectos ni lo contagioso que es. Tampoco pretendo restar responsabilidad y autocuidado, pues es muy importante que nos protejamos y sigamos protocolos de bioseguridad.
Nota final 2: Me impresiona tanto cómo los políticos saben del poder de la manipulación afectiva, que AUV se pronunció sintiéndose triste por su esposa y sus hijos. Cuando nunca ha sentido tristeza por las víctimas del conflicto armado ni vergüenza por las mañas que se dio para lograr un no a la paz en el plebiscito del 2016.
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