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Resiliencia entre la adversidad

  • Foto del escritor: Adriana González Navarro
    Adriana González Navarro
  • 13 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 14 jul 2020


En casa tengo una Begonia Rex. La tengo desde hace unos ocho años. Compré la planta por sus hojas, pues tienen una coloración roja y una textura carnosa y peludita. Al comienzo me gustaba, aunque no era de mis favoritas. Así que no le prestaba mayor atención.


No obstante, tenerla en casa me ha enseñado distintas cosas; por eso, es una de las plantas que más admiro ahora. Suena extraño, lo sé, eso de sentir admiración por una planta, pues es usual que se sienta admiración por una escritora famosa o por una gran atleta o una científica. Estoy completamente convencida de que las plantas merecen mi admiración y respeto, y no solo porque les debo el aire que respiro, pues me sentiría que las utilizo. Admiro las plantas porque han transformado la manera como veo la vida… o me han presentado el camino.


¿Qué admiro en mi Begonia Rex? Su capacidad de adaptación a las situaciones adversas. Todo empezó una vez, casi recién comprada que no sabía de sus cuidados y de tanto regarle agua, enfermó y murió. Al menos eso creí. No la boté –más por pereza que por otra razón– y la dejé casi olvidada encima de un mueble de biblioteca. De vez en cuando le echaba agua; por costumbre y no por tener esperanza en ella. Y ocurrió que, luego de seis meses, le volvieron a nacer hojas. No eran las mismas de coloración roja, sino verdes. Entonces, la trasplanté y desde ahí aprendí a observarla; aprendí qué tanta agua necesitaba, qué tan cerca de la ventana debía estar, cada cuánto debía remover su tierra y fertilizarla. Ahora, que han pasado casi cuatro años del incidente, solo queda una hoja verdosa; las demás volvieron a ser rojizas. Además, da flores cada seis meses, lo cual es llamativo porque a veces esta planta solo florece una vez al año o una vez en su vida.


Mi Begonia Rex es admirable porque veo en ella una suerte de resiliencia, que no solo le ha permitido sobrevivir; también ha hecho que crezca bella y muestre a diario todo su esplendor. Esta Begonia Rex es como muchas personas que conozco, y desconocidas también, quienes, pese a la adversidad, han logrado vivir dejando detrás el estigma de quienes son o de los juicios sobre ellas. Porque, así como mi Begonia Rex, muchas personas han logrado tener una vida valerosa pese a que antes vivieron en circunstancias en las que la negligencia, el maltrato, la incomprensión o la violencia fuera lo cotidiano. Me parece increíble encontrarme con personas que son sobrevivientes de las circunstancias adversas de la vida sin quedarse en la victimización y revictimización constante, que tanto daño les hace. Personas que encontraron un camino para ser ellas y brillar.


Ahora vuelvo a mi Begonia Rex. Si al ver que ella retoñaba yo hubiese insistido en inundarla, seguro que habría muerto. Esto me hace pensar que yo también soy responsable del nuevo entorno de mi planta. Aprendí a cuidarla y darle lo que ella necesitaba. Le permití ser para que pudiera florecer. Lo mismo pasa con las personas. Creo que, si bien es muy admirable su capacidad de sobreponerse, el entorno en el que están también debe contribuir para que ellas puedan salir adelante. Porque sería una canallada aprovecharnos de su situación.


Esta impotencia de no saber qué hacer para contribuir en algo mínimo para que ellas se sientan seguras me entristece. Ya no hay paros ni cacerolazos que valgan para que el Estado cambie. En este confinamiento, las condiciones han empeorado. Y la injusticia y el autoritarismo son tan comunes que la indignación es insuficiente. Al paso que vamos, solo quedarán raíces secas o putrefactas debidas a la inundación generada por un gobierno que solo beneficia a unos pocos, por unos medios que solo les dan visibilidad a quienes ya tienen el poder económico o son terratenientes, por la indiferencia de muchos.


@dibujante.dominante, ilustración de la Begonia Rex.


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© 2020 Adriana González. Creado con Wix.com

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